La ciudad la agobiaba. Después de varios años viviendo en un mundo tan desconocido, todo se tornaba gris. El dolor y la impotencia aumentaban cada dÃa.
Antes de su llegada no sabÃa nada de su pasado. Y aún no lo tenÃa claro. Era extraño ser una mujer sin pasado, y tenerlo todo. Todo excepto alguien que te conozca. Más difÃcil era soportar las preguntas, rumores y vacÃos.
Se dedicó a buscar quién era. Conoció a mil personas y con ellas memorizó mil caras y mil aspectos de ellos que la hacÃan saber cómo era…, pero no saber quién era.
Se obsesionó para conocer un pasado que no existÃa. Luego se obstinó por olvidar que no recordaba su pasado. Y volvió a pasar mil y más veces por estos estados en diferentes momentos de su presente, que era lo único que tenÃa.
Poco a poco se empezó a angustiar con todos los no-recuerdos que tenÃa, y como la ciudad y las personas los llamaban a su mente.
Un dÃa, casi al borde del colapso decidió desaparecer. Salió del mundo de los no-recuerdos para partir hacia la nada. Caminó por el asfalto hacia ningún destino en especial. Llegó a las afueras de la ciudad y conoció lo que eran los árboles. Escogió uno junto a la carretera y subió a la rama mas alta y confortable que encontró. A pesar de la lluvia se sintió acogida como pocas veces en los últimos años.
Miraba como habÃa quienes huÃan a los no-recuerdos, y quienes volvÃan a ellos. Ella, empeñada en encontrar la manera de huir del no-pasado creyó comprenderlo todo en un erróneo lapsus de lucidez… y se lanzó con los brazos abiertos, al vacÃo.
Decidió morir… y volvió (a) la libertad…
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